La declaración del exembajador Brownfield, afirmando que la forma de resolver el problema de Venezuela es provocando el colapso total del país, me generó angustia y rechazo, pese a entender que su planteamiento está hecho desde la solidaridad. Esta no es una propuesta nueva. Es el mismo racional que propulsó sanciones y aislamiento de muchos países en la historia. Parte de la premisa de que la destrucción inducida del sistema económico de un país generará el estímulo necesario para que el pueblo saque al abusador del poder. No voy a fijar posición ética sobre este tema. Me concentro en analizar sus posibilidades de éxito.
Arrancando por
la historia, el resultado de esta estrategia ha sido bastante pobre. Las
sanciones de Estados Unidos contra algunos regímenes latinos fueron
poco determinantes en la historia de sus cambios políticos. Las
sanciones contra Rusia han sido decepcionantes en resultados. El éxito
contra el régimen de Zimbabue fue nulo. Las sanciones contra Serbia no
disuadieron de la invasión en Bosnia. Las sanciones de la Unión
Soviética contra China, Yugoslavia y Albania no surtieron efecto. La
historia de sanciones y aislamiento contra Cuba forma parte de los
anales del fracaso más rotundo de la historia. En el caso de las
sanciones contra Irán, la unidad global en el mundo produjo algunos
cambios de conducta, pero el resultado final es que el gobierno sigue en
pie y su acción es aún impresentable. Lo de Corea del Norte es un
poema. Podríamos decir que un caso de éxito es el de Sudáfrica, donde
muchos años de sanciones (y sacrificios del pueblo) ayudaron al cambio,
pero determinado por una oposición interna férrea y un liderazgo
estructurado e identificable, que por aquí no fumea.
Es
tan evidente la debilidad de las sanciones generales, que la ONU se
concentra en las sanciones personales, totalmente distintas, con mucho
más impacto en términos de fracturar la elite dominante. Llaman a estas
últimas: sanciones inteligentes, como contraposición a las generales,
que quedan implícitamente definidas por el antónimo. http://www.eluniversal.com/el-universal/23558/el-colapso
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