En las elecciones presidenciales
brasileñas celebradas el día 8 de octubre del presente año, se impuso el
candidato de la extrema derecha Jair Bolsonaro (46,03% de los votos), frente al
candidato del Partido de los Trabajadores
Fernando Haddad (29,28% de los votos).
No hemos podido asimilar, cómo es que un excapitán del ejército que ha
expresado nostalgia por el régimen militar brasileño y con posiciones racistas,
homófobas y defensor de la pena de muerte, haya obtenido este porcentaje de
votos.
Más allá de haberse convertido en el
candidato de la gran prensa brasileña, de los grandes terratenientes, del
sistema financiero, así como “extrañamente” de los medios sociales e inclusive
del sector dominante del ejército de su país, ha sido el producto de la gran
unidad que se dio entre la derecha liberal y la extrema
Derecha contra el Partido de los
Trabajadores (PT) al cual combatían cual “partido
Comunista” e inclusive cual ideología
bolivariana. Ya en abril de 2017, decía Helio Beltrao (Presidente del Instituto
von Mises) en la apertura del Foro de la Libertad que se realiza desde hace más
de 30 años en la ciudad de Porto Alegre, que “nosotros hemos hecho descender miles
de jóvenes a las calles en contra del Partido de los Trabajadores y expulsar
las izquierdas del poder”; esto, a propósito de la destitución de la
expresidenta Dilma Rousseff en el año 2016, lo cual demuestra, que al igual que
en Venezuela, ese grupo de jóvenes de los sectores medios que salieron a la
calle desde la reelección de Dilma, en realidad buscaban
la polarización con el PT
identificándolo como comunista, al igual que en la Guerra Fría. Bolsonaro es
producto de esta guerra de la derecha continental contra el PT.