Por: Francisco J. Contreras M.
Desde el mes de enero de 2019 la emisión
irresponsable de dinero ha reducido su crecimiento desde 124% hasta una
proyección del 3% durante la primera semana de junio 2019. Por otra
parte, se mantiene una contención de la expansión secundaria de dinero
mediante el uso intenso del encaje legal y por el encarecimiento y
racionamiento del crédito bancario, de allí que la velocidad de
crecimiento mensual de la liquidez monetaria haya disminuido de 75% en
enero 2019, a una proyección de junio 2019 de 5%.
No hay dudas que es probable la salida del estado hiperinflacionario (más de 100% anualizado) a uno de inflación residual galopante (menos de 50% anualizado).
Por otra parte, el canje de materia prima, insumos, partes y piezas para el sector agrícola por cupos de producción a precios irrisorios ha decaído al punto que la distorsión entre los mercados negros y los formales se ha reducido. El sector de pequeños y medianos productores agrícolas está en una prospectiva de sostener su producción con recursos propios (a pulmón limpio en el argot del campo).
En variadas empresas manufactureras del estado Carabobo relacionadas con la producción de alimentos y bebidas la escena se repite. La Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundee), se está quedando sin oficio, pues las compañías sobrevivientes organizadas disponen de una cultura de manejo de costos, volumen y precios que les ha fortalecido desde la adversidad, se sostienen, mantienen sus instalaciones y equipos con unos niveles de uso de la capacidad instalada entre 10% y 15%.
En esas condiciones un gobierno con algo de sensatez tomaría decisiones. Abiertamente liberaría al mercado de la asfixia regulatoria, pues sin financiamiento deficitario por emisión de dinero, su supervivencia depende de la recaudación tributaria de una economía en terapia intensiva.
No es necesaria la devastación de la China de Mao para concluir en una gobernanza de economía capitalista de mercado con contrapesos de poder. La corrupción debe ser vista de otra manera en el país, no como un asunto según el cual la gente es mala o buena y hay que exterminar a los malos, sino que se debe restablecer una institucionalidad que casi elimine los alicientes para la perversión aun cuanto todos en el fondo tengamos algo de ruindad moral.
Todo mejoraría más si eliminara la dolarización deforme de la economía, y si se la asumiera de una vez por todas de manera plena. El autor es economista. Profesor del Doctorado de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad de Carabobo.
No hay dudas que es probable la salida del estado hiperinflacionario (más de 100% anualizado) a uno de inflación residual galopante (menos de 50% anualizado).
Por otra parte, el canje de materia prima, insumos, partes y piezas para el sector agrícola por cupos de producción a precios irrisorios ha decaído al punto que la distorsión entre los mercados negros y los formales se ha reducido. El sector de pequeños y medianos productores agrícolas está en una prospectiva de sostener su producción con recursos propios (a pulmón limpio en el argot del campo).
En variadas empresas manufactureras del estado Carabobo relacionadas con la producción de alimentos y bebidas la escena se repite. La Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundee), se está quedando sin oficio, pues las compañías sobrevivientes organizadas disponen de una cultura de manejo de costos, volumen y precios que les ha fortalecido desde la adversidad, se sostienen, mantienen sus instalaciones y equipos con unos niveles de uso de la capacidad instalada entre 10% y 15%.
En esas condiciones un gobierno con algo de sensatez tomaría decisiones. Abiertamente liberaría al mercado de la asfixia regulatoria, pues sin financiamiento deficitario por emisión de dinero, su supervivencia depende de la recaudación tributaria de una economía en terapia intensiva.
No es necesaria la devastación de la China de Mao para concluir en una gobernanza de economía capitalista de mercado con contrapesos de poder. La corrupción debe ser vista de otra manera en el país, no como un asunto según el cual la gente es mala o buena y hay que exterminar a los malos, sino que se debe restablecer una institucionalidad que casi elimine los alicientes para la perversión aun cuanto todos en el fondo tengamos algo de ruindad moral.
Todo mejoraría más si eliminara la dolarización deforme de la economía, y si se la asumiera de una vez por todas de manera plena. El autor es economista. Profesor del Doctorado de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad de Carabobo.
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