Para los asalariados, los años 2014 y 2015 han sido los más
traumáticos en el esfuerzo por mantener su nivel de vida. Indudablemente
que para la sociedad en su conjunto ha venido disminuyendo la calidad
de vida, desde los empresarios propietarios de empresas, que en muchos
casos las mantienen por sobrevivencia, hasta las personas más pobres que
comen peor. En el medio están los asalariados formales en sus distintas
categorías, tanto aquellos que han tenido buenos empleos o quienes aun
teniéndolos son de poca calidad. Es inevitable que, en circunstancias
recesivas como las actuales, la precariedad laboral se extienda y
generalice hasta en empleos que hasta hace poco eran normales.
La
falta de una política salarial en función de la inflación lesiona
directamente a los asalariados, ya que se mantiene una política como si
no estuviéramos con inflación de tres dígitos, solo con revisión anual
unilateral del salario mínimo y, además, no ajustan a los niveles de
inflación, y que tampoco implica mayor ajuste en los superiores en los
casos en donde se revisan. Se sigue absurdamente conviniendo el tema
salarial por lapsos de dos y tres años, que es la duración de los
convenios colectivos, aparte de que la obstrucción de la política
oficial se ha traducido en una notable disminución de este instrumento
de revisión de condiciones de trabajo.
Categorías
excepcionales que disfrutan de varios ajustes salariales, como el de
los militares, es uno de los muy contados casos aislados que no se han
extendido a las grandes capas de otros asalariados del ámbito público,
que aglutina a más de dos y medio millones de trabajadores.
La
escasez de alimentos y bienes esenciales ha dado lugar a que se
multipliquen actividades que consumen porciones crecientes del tiempo
laboral y familiar, para acceder a esos bienes ya sea para el consumo en
el seno del hogar, como para trueques y reventas.
El
trueque que anunciaba con entusiasmo el presidente Chávez en sus largas
cadenas, ya lo tenemos por doquier, pero más como problema que como
entusiasta actividad de sobrevivencia.
Indicadores
que en otros tiempos se asociaban con bienestar como los viajes al
exterior hoy los debemos reevaluar, porque realmente se han convertido
en una fuente de ingresos y no en una manifestación de bienestar, ya que
gran parte de los viajeros hoy lo hace para ahorrar una parte de los
pocos dólares subsidiados adquiridos en el sistema de control de
divisas. En los dos últimos años el dólar paralelo se ha incrementado en
cerca de 1.200%. Sin embargo, los recientes extremos aumentos de los
pasaje -dolarizados- quitan el poco margen que los disminuidos cupos
oficiales aún permitían.
Quienes han vivido de
actividades independientes, sean los taxistas, los plomeros, mecánicos y
tantas otras actividades cuentapropistas, capean mejor el temporal, ya
que van fijando sus tarifas al ritmo o hasta por encima de la inflación.
Por eso, hay un drenaje de asalariados que hacen también de
cuentapropistas, y hasta asumen esta última actividad y dejan el empleo
asalariado.
¿Que explicaciones tenemos para esta debacle que viven los trabajadores?
1
El gran empleador y conductor de la economía insiste, como principal
explicación, en la guerra económica y, consecuentemente, sigue creando
controles, estados mayores, inspecciones, intervenciones, persecuciones,
pero el problema no se aminora.
2 Otra
explicación más consistente es la que proviene de la disminución de los
ingresos petroleros, y en una economía que se ha hecho más dependiente
de ese solo ingreso, las consecuencias son peores.
A
pesar de lo anterior, no debemos dejar de considerar que somos el único
país petrolero en el mundo, donde la situación actual de precios bajos
ha dado lugar a consecuencias extremas para los trabajadores y para la
economía en general. Lo que sugiere que no hicimos correctamente lo que
había de hacerse en tiempos de altos precios, como fortalecer el aparato
productivo y promover otras fuentes de riqueza.
3
Se ha venido obstaculizando el desenvolvimiento de los productores
nacionales, promoviendo sectores estatales que no han sido exitosos, por
lo que finalmente se ha tenido que recurrir a masivas e improvisadas
importaciones, favoreciendo a empresarios de otros países. En el
presente año, con la merma de los ingresos de divisas, hemos importado
menos, incluyendo las materias primas para el aparato productivo
nacional y consecuentemente, menos producción y menos empleos.
4
Pero este modelo sí ha favorecido a una casta minúscula de gestores,
que montan negocios para el uso de dólares subsidiados a Bs. 6,30 o Bs.
12 por dólar, e inclusive los de Bs. 199 por dólar. En el camino se
pierden recursos que no llegan al aparato productivo nacional ni
tampoco a la sociedad venezolana.
5 Por todo lo
que se observa, terminaremos con un -10 en nuestra economía; con las
reservas monetarias en su nivel más bajo; con mínimos inventarios en las
fábricas y en los comercios; sin propuestas de cambios en la conducción
y manejo de la economía y del país, y más bien con un esquema
demostradamente agotado, que hoy descansa su gobernabilidad en más gasto
público para algunos sectores, imprimiendo billetes que adquieren cada
vez menos.
En este escenario los asalariados
tienen unas perspectivas inciertas en cuanto a empleos, poder
adquisitivo de sus salarios, calidad de vida y conquistas históricas.
El
problema no estriba en más decretos y leyes como en los últimos años,
que provienen de enfoques que aunque invocan a los trabajadores no los
toman en cuenta para las decisiones, como los supuestos aumentos de
salarios mínimos, la inamovilidad en economía paralizada, los convenios
colectivos que se incumplen, las empresas estatizadas que no producen, y
las persecuciones y criminalización a quienes disienten.
hector.lucena@gmail.com
@hl_lucena
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