sábado, 3 de noviembre de 2018

Hiperinflación: Arma imperial (IV) Argentina, 1988

Por: Pascualina Curcio
“Quienes tienen menos de cuarenta años de edad quizá no lo recuerden, pero el precio del dólar en el mercado paralelo era una información que aparecía muy frecuentemente en la tapa de los diarios y se encontraba destacada entre las series estadísticas que actualizaban diariamente las publicaciones especializados en economía y finanzas.

Domingo Cavallo, 2011. Exministro de economía de Argentina (1991-1996) Los argentinos también padecieron lo estragos de la hiperinflación. Durante la década de los 80´y hasta principios de los 90´, los precios aumentaban de manera acelerada y sostenida. A 4.924% llegó la inflación el año 1989 y a 1.344% en 1990. Los precios comenzaron a registrar aumentos a partir del año 1983, lo que coincide con la llegada al poder de Raúl Alfonsín, quien se desempeñó como presidente de la Nación Argentina durante el período 1983-1989. Durante su gobierno debió enfrentar elevados niveles de precios, los cuales trató de enfrentar con distintos planes, el primero de ellos, el Plan Austral de junio de 1985 mediante el cual se cambió la denominación monetaria del peso argentino al austral y se congelaron todos los precios de la economía. Si bien el Plan Austral permitió detener la escalada inflacionaria durante 1985 y 1986, los precios comenzaron a aumentar nuevamente en 1987. En 1988, Alfonsín implementó un nuevo plan, el Primavera, que tampoco logró detener la inflación, por el contrario, en 1989 se registró el primer episodio hiperinflacionario.

Fuertes presiones por parte de la población, explicadas entre otras razones por la situación económica, caracterizaron esos años. Entre las medidas económicas, se implementó el Plan Alimentario Nacional (PAN) para paliar los efectos de la hiperinflación. Consistía en la distribución, a nivel de municipios, de cajas de comida que incluían leche, harina de maíz, de trigo, pasta, arroz, frijoles, aceite y carne enlatada. Otro plan se puso en práctica en agosto de 1988, el Primavera, cuyo principal objetivo también era contener la inflación. Se decidió no congelar los precios sino llegar a un acuerdo con las empresas. Entre las acciones emprendidas resaltamos la liberación del mercado cambiario en febrero de 1989.



Dada la situación política, Alfonsín decidió adelantar las elecciones presidenciales para el 14 de mayo de 1989. Debieron haberse celebrado el 10 diciembre del mismo año. En vísperas de las elecciones sucedieron manifestaciones y saqueos a supermercados, pero además se registró un aumento muy acelerado de los precios. De hecho, el primer episodio hiperinflacionario se registró antes y durante los comicios], en mayo, junio y julio de 1989 los precios variaron 78%, 114%, 197% respectivamente. El periódico especializado en economía “Ámbito financiero” en un artículo publicado el 15 de diciembre de 1989, titulado “El país entró en la era de los golpes de mercado en lugar de los antiguos golpes de Estado que hacían los militares”  mostró la nueva modalidad para derrocar gobiernos, relacionada con la manipulación de variables macroeconómicas y de los mercados.

Al respecto, Adamovsky afirmó refiriéndose a la salida adelantada de Alfonsín de la presidencia:
“se trató de una escalada de precios deliberadamente provocada por los sectores empresariales y financieros más concentrados para poner de rodillas al sistema político. En efecto, la experiencia de la hiperinflación fue tan traumática que desde entonces la sociedad reclamó la estabilidad económica por sobre todas las cosas. En lugar de un golpe de estado se trató de un golpe de mercado, según la expresión que se acuñó entonces. Y en verdad sus efectos inmediatos no fueron del todo diferentes: Alfonsín se vio obligado a abandonar el poder antes del fin de su mandato y entregar la presidencia a su sucesor.” (subrayado nuestro). Desde ese momento fue acuñado el término “golpe de mercado” para referirse a todas aquellas acciones que los poderes económicos emprenden para incidir sobre aspectos políticos. En julio de 1989, Carlos Menen asumió la presidencia de la República. Al igual que Alfonsín debió enfrentar el flagelo de la hiperinflación, para lo cual aplicó políticas neoliberales siguiendo la receta del Consenso de Washington: privatizaciones, liberación de los precios, aumento de los impuestos, especialmente al valor agregado, disciplina fiscal y monetaria y reducción de la cantidad de dinero.

El 27 de marzo de 1991 fue aprobada la ley de convertibilidad, que estuvo vigente durante 11 años y se basó en la restricción de la emisión monetaria en función de la cantidad de reservas internacionales de las que disponía el país. Se trata de un paso previo a la dolarización, en la que se limita la cantidad de dinero a ser emitida, y con ella también la participación del Estado en la economía y en el desarrollo de programas sociales, viéndose obligado al endeudamiento y a la privatización.
Mágicamente y de repente, en cuestión de días, a partir de la convertibilidad se detuvo la inflación. También se había detenido la publicación diaria en las tapas de los periódicos, el supuesto valor de la moneda. Ya no era necesaria la información, ya la economía argentina se había cuasi-dolarizado, dependía de la cantidad de dólares atesoradas en las reservas internacionales, dependía también del endeudamiento externo y las condiciones impuestas por el sistema financiero internacional para su otorgamiento.

Durante los 80´ la inflación se mantuvo en 3 dígitos, con un pico importante en 1984. Siguió así hasta 1991, momento en el que los niveles inflacionarios comenzaron a descender ubicándose en 2 dígitos. Ya para 1992, los precios fueron controlados.

 http://www.15yultimo.com/2018/10/22/hiperinflacion-arma-imperial-iv-argentina-1988/

Paradoja Bolívar-Petro

Por Pasqualina Curcio Curcio
Un error se pudiese estar cometiendo al anclar el bolívar al petro, particularmente por la metodología de cálculo que el equipo económico está empleando para relacionar ambas monedas.
Según el BCV debemos dar 3600 bolívares soberanos por cada petro. Esta relación bolívar-petro se basa en dos variables: 1) el tipo de cambio entre el bolívar y el dólar (60 BsS/US$) y 2) el valor del petro, que para el momento del cálculo (20 de agosto de 2018) se ubicaba en 60 US$, lo que equivale al precio de 1 barril de petróleo. Al multiplicar ambos valores se obtienen los 3600 BsS/petro.
Es el caso que cuando aumenta el precio del petróleo de, por ejemplo, 60 a 100 US$/barril, por una parte se aprecia el petro, y por la otra, la relación bolívar-petro pasará a ser 6000 BsS/petro, lo que resulta de multiplicar el tipo de cambio, 60 BsS/US$ por el nuevo valor del petro, 100 US$/petro. Es decir, debemos dar más bolívares por cada petro, por lo tanto, el bolívar se deprecia con respecto a esta criptomoneda.
Al anclar el bolívar al petro y éste, a su vez, al barril de petróleo, cualquier aumento del precio del hidrocarburo (único bien de exportación de nuestra economía) implicará, paradójicamente, una depreciación del bolívar. El que la moneda nacional se deprecie cuando aumenta el precio del petróleo en un país, que como el nuestro es mono exportador de este hidrocarburo, es por decir lo menos, ilógico.
Adicionalmente, esta metodología de cálculo no resuelve la dependencia de nuestra moneda con respecto al dólar o cualquier otra divisa. Por el contrario, utiliza como segunda variable el tipo de cambio, cuya manipulación política es una de las principales armas de la guerra económica. Así anclado, cada ataque a la moneda incidirá sobre la relación bolívar-petro, legitimando la agresión, incorporándola formalmente a la economía y por tanto, potenciando sus efectos.
Si el tipo de cambio aumenta de 60 BsS/US$ a 200 BsS/US$, la relación bolívar-petro será 12000 BsS/petro (estamos suponiendo que el precio del petróleo permanece en 60 US$/barril). Recordamos que desde el 20 de agosto nos han atacado 266% nuestro signo monetario (lo han llevado de 60 a 220 BsS/US$).
Este error no sería tan mayúsculo si no fuese porque es el bolívar, y no el petro, la moneda de circulación nacional, es la unidad en la que se marcan todos los precios en nuestra economía. La depreciación del bolívar, en este caso con respecto al petro, pero como consecuencia de su supuesta pérdida de valor con respecto al dólar, incidirá sobre los niveles de precio de la economía, generará inflación.
Sumemos a este error, por una parte, el riesgo de la fuga de nuestras divisas al permitir el intercambio de bolívares por petros. Divisas que necesitamos para recuperar las reservas internacionales y por esa vía fortalecer el bolívar.
Por la otra, el hecho de que al autorizar la circulación de las dos monedas a nivel nacional, no solo se cumplirá la Ley de Gresham mediante la cual la más fuerte desplaza a la más débil, sino que adicionalmente, al anclar una con respecto a la otra, por definición competirán, es decir, la apreciación de una depende de la depreciación de la otra, lo que le facilita a Gresham su trabajo. En este caso, el bolívar estará en desventaja. Si se quiere fortalecer el bolívar no debería permitirse la circulación simultánea de ambas monedas. El petro debe quedar exclusivamente como divisa para el intercambio comercial extranjero.
Anclar el bolívar al petro no detendrá la manipulación política del tipo de cambio, por lo tanto, siendo el ataque a la moneda el factor determinante del aumento de los precios generales de la economía, tampoco detendrá la hiperinflación. Al contrario y dadas estas paradojas, el bolívar en lugar de fortalecerse se debilitará.
Es el bolívar el que debemos fortalecer si queremos detener la hiperinflación, no el petro.
Fortalecer el bolívar pasa, por lo menos, por dos medidas: 1) anclar el bolívar directamente a los commodities y no a través del petro; 2) recuperar las reservas internacionales.
  • Anclaje directo del bolívar a los commodities:
Desarrollaremos un ejemplo con números sencillos de manera de explicar el procedimiento de cálculo, luego lo haremos con las cifras reales.
Supongamos que decidimos que la riqueza que servirá para calcular el valor del bolívar es el oro (puede ser el petróleo, los diamantes, o una canasta de ellos). El cálculo dependerá de tres variables: 1) la cantidad de bolívares soberanos que circula en nuestra economía; 2) la cantidad de oro disponible, certificado y monetizado en las bóvedas del BCV; 3) el precio internacional del oro.

 http://www.15yultimo.com/2018/10/29/paradoja-bolivar-petro/